Cuando te preguntes cuándo las mentiras fallan, es importante que recuerdes esto: Imagínate en una reunión de amigos, conocidos y amigos de conocidos, de pronto alguien te dice “mira qué jersey me han regalado” con cara de felicidad. Miras el jersey y te das cuenta de que, sí, que es bonito, pero no te gusta cómo le queda (por cierto, los gustos son bastante subjetivos). En ese momento, entre otras muchas opciones, podemos cambiar de tema, podemos afirmar con la cabeza, podemos decir “sí, me encanta tu jersey”, y también podemos decir “sí, me encanta tu jersey, pero creo que te sienta fatal”. Dejo la elección a gusto del lector.
Mentiras piadosas
Tales mentiras de la vida cotidiana suelen pasar desapercibidas porque la persona a las que van dirigidas quiere ser engañado. Sería muy grosero si se dijera: “El jersey te gusta, pero no has dicho si me queda bien” …
Diré que se puede ser sincero en la gran mayoría de los casos trabajando la inteligencia emocional, especialmente la empatía y el asertividad, y sobre todo pensando para qué contestaríamos una cosa u otra, y asumiendo las consecuencias. Pero no es el caso hablar de esto ahora.
Otra razón por la que tales mentiras triviales tienen éxito es porque no hay nada en juego, el mentiroso no espera ser interrogado, no teme ser atrapado.
Mentiras serias
Solo cuando hay mucho en juego, como perder el trabajo, no ser cogido en la entrevista, perder la pareja, sufrir un castigo si se destapa la mentira, etc, existe la posibilidad de que el comportamiento del mentiroso traicione la mentira.
En uno de sus estudios de investigación Paul Ekman dio a los participantes la oportunidad de coger dinero que no era suyo y mentir al respecto, o no tomar el dinero y proclamar su sincera inocencia.
Cuando comenzaba el interrogatorio, tenía sobre la mesa su libro “Cómo detectar mentiras” y decía: “Yo he escrito este libro, si mientes, te atraparé, pero si dices la verdad lo sabré". Con esta técnica Paul Ekman estaba tratando de aumentar el miedo a ser atrapado en aquellos que estaban a punto de mentir y disminuir el miedo a ser juzgado erróneamente a aquellos que estaban a punto de ser veraces. Puesto que los signos del miedo son exactamente los mismos para un mentiroso temeroso de ser atrapado y los de una persona veraz con miedo a que no le crean (ya hablé del error de Otelo en post anteriores). Por suerte, hay más indicios que los signos de miedo para detectar fugas en nuestro interlocutor.
Sin duda, son muchos los motivos por los que una persona se comporta de una manera u otra, lo importante es que no se nos escapen los signos que emite, y a partir de ahí saber formular la pregunta correcta, si quieres, y si te interesa, y si no, a otra cosa, que como dice Byron Katie los asuntos de los demás, son de los demás.
Escrito por Zara Beltrán (formadora oficial de Paul Ekman International en Darte Human and Business School)
Ilustraciones: Juan Ignacio Beltrán
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